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Siempre había pensado que las personas éramos como jarrones de porcelana que un día podían caer, golpearse contra el suelo, y romperse en añicos de manera irreversible. Mi experiencia vital había sido también golpearme y ver a otros golpearse. Había aceptado que esto era algo consustancial al hecho mismo de vivir. Herirse y cicatrizarse también forma parte del misterioso baile la vida.

También pensaba que, aunque la reconstrucción de un jarrón roto podría ser algo posible, nunca podría recobrar su estado original para formar el ser que era antes. Ciertos sucesos dejan huellas perennes en nuestras vidas. Y dediqué bastante tiempo en pensar sobre la reconstrucción de jarrones rotos. Mi conclusión siempre adquiría matices tristes: un jarrón roto como mucho podría aspirar a ser solamente un eco de lo que un día fue. Sus grietas representan heridas incurables que permanecerán en forma de cicatriz, heridas que siempre dolerán al ser tocadas. No todo tiene vuelta atrás, no todo es reversible. Puede que nada en realidad. Así que concluí que no todo el daño se puede curar y que hay heridas que sangrarán siempre. Esa conclusión la elevé a convicción y con ella caminé durante muchos años de mi vida.

Pasó el tiempo.

Casualmente (o causalmente, nunca lo sabré) un día me encontré con alguien que hablaba de las heridas de la infancia y de la posibilidad de que no todas pudieran ser reparadas. Le expliqué mi metáfora del jarrón roto sobre la que tanto había pensado. Esta persona me contestó solamente con una palabra: kintsugi.

Pero…

¿Qué era eso de kintsugi?

Al descubrir su significado quedé fuertemente impactado.

Kintsugi es una técnica de origen japonés que tiene unos cinco siglos de antigüedad y se utiliza para reparar las fracturas de la cerámica mezclando barniz de resina con polvo de oro.

Kintsugi armonizaba con la metáfora del jarrón roto y no atentaba contra mi reflexión, esto fue lo que más me impactó.  Aportaba la idea de que un jarrón roto podía tener más valor y ser todavía más bello que el original. Esto dotaba un significado muy profundo a la cuestión de la herida y la cicatriz.

Actualicé inmediatamente mi idea sobre las heridas de la vida después de recoger la sabiduría que se escondía detrás de esta técnica japonesa.

Reconstruí mi reflexión, que quedaría finalmente así…

“Siempre tendremos oportunidad de rellenar nuestras grietas con polvo de oro y ser más bellos aún que antes, un jarrón reconstruido habla de su historia y de sus accidentes, es un jarrón que grita he vivido mucho y resalta el valor de sus golpes que sirvieron para configurar las preciosas grietas que hoy están selladas con oro. Un jarrón único y auténtico. Un jarrón con identidad.

El objetivo no es volver atrás, al estado previo, el objetivo es entender que las heridas se curan cuando se rellenan de oro, que no es otra cosa que la aceptación y el amor puro que siempre estamos a tiempo de recibir de quien nos abre su corazón y de nosotros mismos.”

Así que a todos aquellos que tienen cicatrices, después de entender lo que significa kintsugi, les diría:

Hoy tus heridas, querido jarrón, son tu bella y valiosa verdad.

Un artículo original de

Javier Lozano de Diego