640 palabras.

Otoño.

Las 21.30.

 

Marcos sale del trabajo hacia casa. 8Km de vuelta. En el kilómetro 5, Marcos pisa el freno, gira el volante a la derecha y echa el coche a un lado seguro del arcén, donde comienza un pequeño camino de piedras finas. Abre la puerta, baja del coche y mira hacia arriba. Ahí está. No ha podido evitarlo, ha sido como una seducción. Ahí está la Luna, luminosa y con sombras sinuosas, atisbos de cráteres, de misterios, de arena que parece blanca o amarilla. La canción When we love de Aaron Static, Chase Vass que se emitía en ese momento en la radio sigue sonando a través de la puerta del coche que se quedó entre abierta, creando un momento mágico, de esos que te inunda el alma y uno dice: “qué increíble es estar vivo y vivir esto ahora mismo”. Marcos fascinado inclina su cabeza para mirar su antebrazo, y comprueba que sí… que vuelve a tener los pelos de punta como tantas otras veces que detiene el coche para ver la Luna. Se siente tan vivo y tan lleno que no sabe explicar lo que le sucede. – “Aquí estoy yo observando el cielo, tan inmenso, tan mágico, tan misterioso. Me rindo.” –dice en sus adentros

 

Unos cuantos minutos antes.

Laura está en su último día de trabajo en la radio, dirige un programa musical que dura hasta las 22.00 de la noche. Se dispone a emitir la canción con la que se despedirá de su fiel audiencia, la que está impregnada de sus recuerdos más íntimos, los que vivió junto a él. When we love de Aaron Static, Chase Vass. Laura se sumerge en las emociones que se esconden tras los ecos sutiles de la voz. Se pierde en sus recuerdos cuando los graves contundentes, al jugar con los sonidos más agudos, crean una atmósfera enigmática, sutil y profunda. Percibe en esa canción una gran sutileza, un espacio lleno de matices, capaz de evocar emociones ocultas, que sólo brotan en determinadas situaciones. Laura no concibe la existencia sin música. Esa canción le abre puertas a mundos y caminos donde acompaña la nostalgia pero también la fuerza y la vida. Los sonidos le pierden y le embriagan. Y dice, – “Me rindo, me rindo a este momento.”

Laura se conmueve con ciertas canciones, especialmente con algunas baladas cuyas letras contactan profundamente con ella y con la emoción que debieron sentir los autores en el momento de escribirlas.

 

Marcos y Laura.

Dos vidas.

 

La tierra. 7.625 millones de vidas.

Vidas bailando en el tiempo, en el espacio, en las casualidades y en las causalidades. Vidas que se cruzan, que van y que vienen, que giran a veces en espiral, a veces hacia arriba, a veces hacia abajo. Vidas.

Vidas que frenan coches para ver la luna, vidas que recuerdan a otras vidas. Vidas que echan de menos a otras vidas. Vidas que se fueron. Vidas.

Vidas, cuáles hormigas, se sienten a veces grandes, a veces demasiado pequeñas. Vidas con papeles secundarios, vidas protagonistas. Vidas.

Vidas juntas y revueltas. Viviendo encima de una bola de agua, tierra y lava que gira sobre sí misma, y se traslada vertiginosamente rápido, a 107.277 km/h, entorno a una gran bola incandescente que también gira. No saben bien qué hacen ahí. Tampoco saben a dónde van, si es que van. Ni si sus vidas son absolutamente singulares o son parte de una historia más grande y compleja.

A ti, que comprendes mis mensajes, que lees entre líneas, te recuerdo que la vida es emocionante, que lo ordinario es extraordinario y que lo grande está en lo pequeño, y en la existencia el enigma.

A ti, que sabes perfectamente de lo que te hablo, te digo: disfruta de tu alta sensibilidad cada segundo que vivas.

 

 

Un artículo escrito por Javier Lozano de Diego