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Las víctimas tienen heridas reales. Y les duelen. No hablan alto porque se refugian en la protección del silencio. Tienen miedo a hablar porque suelen ser incomprendidas cuando comparten su dolor y no pueden soportar más golpes sobre la misma herida. Tratan de llevar una vida normal, aunque les haya ocurrido algo excepcional. Las víctimas reales llevan su tragedia dentro, escondida bajo su piel, en rincones secretos de su alma que han cerrado con mil y un cerrojos. No quieren volver a esos rincones y recordar toda la mierda que una vez les cayó encima. Así que, si alguna vez una víctima te muestra su herida, sé responsable afectivamente con su dolor y muestra empatía, así le ayudarás. No es fácil identificar a estas personas supervivientes, a excepción de aquellos privilegiados que saben leer las miradas.

Por otro lado, están las personas que se victimizan, las que adquieren el papel de víctima, sin serlo, para obtener la compasión de los demás. Buscan la atención de muchos, apropiándose de un relato falso y distorsionado. Les gusta contar a todo el mundo lo supuestamente mal qué les ha ido la vida. Algunas personas hacen esto inconscientemente, pero otras son lúcidas y conscientes, son excelentes intérpretes y resultan creíbles casi ante cualquiera. Es triste y miserable utilizar el sufrimiento de las víctimas reales para victimizarse.

Recuerda: las víctimas tienen heridas y sufren por ello, con frecuencia no van publicitando su vida y refugian su dolor en el silencio.

Dedicado a las verdaderas víctimas y a su dignidad.

Un artículo escrito por Javier Lozano de Diego