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A veces es importante saber de dónde venimos para descubrir quiénes somos. Como especie, homo sapiens, ayuda mucho leer a Yuval Noah Harari para situarnos.

Como seres humanos vimos pronto lo conveniente que era medir las cosas que nos rodeaban. Y lo primero que necesitamos fue crear, precisamente, sistemas de medición. Sin regla no hay centímetros y sin reloj no hay segundos. Por cierto, hablo de homo sapiens y parece que hablo de las cavernas. Estamos aquí. Homo sapiens eres tú.

Hemos sido capaces de medir muchas cosas, las que hay y las que nos hemos inventado. Medimos, por ejemplo, el tiempo, la longitud o el peso de las cosas. Es útil. Esto nos ha permitido organizar mejor nuestra civilización. Un aplauso para nuestro hemisferio izquierdo, racional y ejecutivo, por su buena labor. Parece que tener neo córtex no solo nos ha servido para hacer guerras mundiales con bombas atómicas.

Pero los sistemas de medición tienen limitaciones y es necesario conocerlas. A veces no sirven para medir exactamente lo que deseamos, sobre todo, si no sabemos bien lo que estamos midiendo. Por ejemplo, si queremos saber si una persona tiene que modificar sus hábitos alimenticios no es un buen indicador saber solo el peso corporal. Una persona puede pesar 80Kg y ser muy alta o tener un porcentaje de grasa corporal muy bajo y una masa muscular muy desarrollada. Es decir, saber la composición corporal es más útil que el peso. El porcentaje de peso de cada tejido corporal (grasa, músculo, agua, hueso) nos da una información más adecuada para elaborar un plan alimenticio.

Entre las mil y una cosas que hemos intentado medir, nos hemos atrevido también con la inteligencia. Un terreno resbaladizo. Ni siquiera sabemos con gran profundidad qué es la inteligencia, aunque cada día vamos conociendo más sobre ella. No obstante, hemos conceptualizado la inteligencia y le hemos puesto nombre y apellidos: habilidad para resolver problemas, pensar de manera abstracta, pensar de manera lógica y un sinfín de pensares. Y hemos creado un indicador llamado CI. Repito: hemos creado un indicador. Artificial. Una creación nuestra, ¿Ok? Sus orígenes se remontan a finales de siglo XIX. Referencias: Paul Broca, Francis Galton, Alfred Binet y Theodore Simon. Un poco lejos queda ya, la verdad. Este cociente intelectual tiene en la base de su naturaleza la comparación. Es decir, comparaba el resultado que distintos niños obtenían en un test de razonamiento lógico, búsqueda de rimas y ejercicios de nombrar objetos, en relación con su edad. Es decir: edad mental / edad cronológica x 100. Por eso se habla de un cociente, porque está implicado en una división.

Prácticamente cien años más tarde, en 1983, el psicólogo Howard Gardner presenta en su libro Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligence su teoría de las inteligencias múltiples. Esto supone un cambio de paradigma conceptual en lo que se refiere a la idea que tenemos de la inteligencia. Como sabemos, la historia de la ciencia está llena de revoluciones paradigmáticas. Por ejemplo, Albert Einstein llevó el concepto del tiempo a otro paradigma donde la relatividad ocupaba un papel central. Me pregunto con frecuencia, y no sé responder… ¿Qué medimos realmente cuando pasan los segundos? Bueno, ese es otro tema.

Volviendo al CI. Este indicador, para mí, está plagado de limitaciones, imprecisiones, por no decir obsoleto del todo. Explica poco o explica mal cómo es la inteligencia de una persona. Por un lado, la inteligencia no es exactamente lo que hemos estado pensando durante muchos años, sin embargo, tratamos de medirla casi de la misma manera. Antes eran test viejos, ahora son test nuevos… Pero test. No hay una gran innovación.

Si hemos heredado un concepto de inteligencia que la ciencia ha demostrado obsoleto, primero deberíamos actualizarlo y después deberíamos “medirlo” de otra manera, es posible que utilizando números, pero tal vez relacionándolos de una manera más compleja.

Por otro lado, el CI aglutina diversas puntuaciones obtenidas en diversos test en algunos casos, o distintos aspectos de un mismo test en otros. ¿La velocidad de procesamiento o la memoria qué ponderación deben tener al medir la inteligencia? ¿No saber cuál es la capital de Finlandia te hace menos inteligente? En los test que tienen preguntas culturales, sí. Sin embargo, aproximadamente el 2% de la población tiene superdotación intelectual y eso no entiende de clases sociales, ni de cultura.

Es cierto que los test (como WISC, BADyG, Kaufman) recogen la multiplicidad de las inteligencias pero nunca consiguen reflejar del todo la singularidad de la mente que está realizando esas pruebas.

Hablando, en concreto, de familias en las que se detecta a un niño con altas capacidades, es preciso no centrarse únicamente en qué CI tiene el niño/a. En inteligencia la palabra clave no es cuánto sino cómo. Es decir, cómo de inteligente es tu hijo, de qué manera lo es. Esto te va a permitir asomarte a sus talentos, es decir, a aquellas áreas en las que su capacidad es mayor. También a sus debilidades, es decir, aquellas cosas para las que tiene menos habilidad. Dicen que una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil y creo que esta metáfora recoge cierta sabiduría. Los números no definen a las personas, y menos a los niños, que son personas en crecimiento y todavía no han desplegado todo su potencial. Cuidado con las etiquetas. Cuidado con los números. Los números definen rígidamente conceptos que nosotros mismos hemos creado, y a veces los hemos creado mal. Lo repetiré por si no ha quedado claro: los números no definen a las personas. No digo que no sirvan para nada, no digo que no haya que utilizarlos, digo que no hay que perderse en ellos. ¿De verdad, a partir de 130 se es superdotado? ¿129 ya no? Seamos serios. Lo que de verdad es inteligente es aceptar que no podemos medirlo todo y muy especialmente que no podemos medir todo con números, aunque sea la principal manera de medir las cosas. Lo digo yo, alguien apasionado de la matemática, de la estadística y de la programación.

Las altas capacidades, la superdotación, son constructos que hemos creado para tratar de definir algo que no llegamos a saber exactamente qué es y que desde luego no estamos definiendo ni midiendo todavía con un gran acierto. Detrás de un 130 hay un niño. Hay una persona. Ese es el norte de la brújula, no otro.

Por eso a mí me parece más conveniente centrarnos en perfiles intelectuales, en capacidades y talentos, en configuraciones singulares de la inteligencia. Albert Einstein no ha sido el ser humano más inteligente de la tierra, pero tal vez haya sido uno de los más geniales. La creatividad y la genialidad no son fáciles de medir. La singularidad de las mentes que más han aportado al progreso no han venido marcadas exclusivamente por el CI sino, como digo, por configuraciones únicas de la inteligencia y la creatividad.

Mi opinión, como padre, es que lo que necesitamos saber cuándo han evaluado a nuestro hijo con altas capacidades es saber cómo procesa la información, cómo conceptualiza la realidad, cómo se relacionan sus ideas, cómo genera conexiones… pero sobre todo (y atención porque aquí te regalo un secreto), lo que necesitamos es saber cómo aprende. Esto nos va a permitir potenciar su naturaleza, ser guías para atender su propia identidad, encender su motivación, saber cuál es la chispa que enciende su motor y le hace estar vivo. Nuestra tarea es saber regar bien la semilla que traen nuestros hijos para que brote con fuerza en la dirección libre y espontánea de su talento.

Nos hemos centrado históricamente en cuantificar la realidad que nos rodea y está bien que lo sigamos haciendo, pero ahora hay que añadir la parte cualitativa que explica y complementa aquello que pretendemos medir. Repito la idea… En inteligencia lo importante no es sólo “cuánto” también es importante “qué” y “cómo”. La física cuántica no es más cantidad de física clásica, es cantidad de otra física distinta, basada en otros paradigmas.

No necesitamos recorrer más kilómetros por el mismo camino. Necesitamos otro camino nuevo. Formamos parte de un cambio en la comprensión de las altas capacidades, así que enterremos mitos y abracemos el progreso.

Un artículo original de Javier L. de Diego

Escrito con el corazón para ANAC (Asociación Navarra para las Altas Capacidades)