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Recuerdo que la primera vez que vi esta imagen quedé atrapado. No podía apartar la mirada, me arrastró. De verdad, no estoy exagerando. Quedé profundamente conmovido, y hoy, mientras escribo, todavía recuerdo esa conmoción. Espero conseguir explicar por qué…
Es muy probable que no todos los que me leéis conozcáis el ajedrez, así que daré primero una explicación muy breve y sencilla. El ajedrez es un juego (aunque no sólo eso) en el que dos individuos se enfrentan a través de dos ejércitos de piezas, unas de color blanco y otras de color negro. Los peones son las piezas más abundantes y son también las que menos valor tienen. De entre el resto de las piezas, la más poderosa es la dama porque tiene la mayor capacidad de movimiento y la pieza más importante de todas es el rey, cuya pérdida supone el final de la partida. Los peones tienen una capacidad especial y es que cuando avanzan en el tablero pueden llegar a coronar, es decir, cuando llegan al final de una columna pueden convertirse en cualquier pieza, entre ellas, en la todopoderosa dama.
Fijaros por un momento en la imagen de la entrada de este artículo. Es un peón, una pieza más del tablero, la de menos valor, una pieza del montón… pero está proyectando una sombra de dama. ¿Te das cuenta de lo que significa eso?
Vamos a convertirnos por un momento en ese peón y vamos a imaginar que en la imagen no hay ninguna sombra. ¿Puedes sentirte ese peón? ¿Puedes sentirte una persona más, una entre tantas? ¿Esa persona que a veces se siente débil? ¿Esa persona que sufre? ¿Esa persona que tiene miedo a cambiar de vida, o a perder a un ser querido, a perder un trabajo, a enfermar? ¿Esa persona que a veces se siente sola? ¿Esa persona que necesita que le quieran, que le valoren, que reconozcan su esfuerzo? ¿Esa persona que se levanta cada día, soñando, imaginando, ilusionándose tal vez con un futuro mejor? ¿Esa persona que no trabaja en lo que le realiza? O tal vez… ¿Esa persona feliz que disfruta de lo que tiene pero que pide, por favor, que nada ni nadie le ponga la vida patas arriba en algún momento? Bien, así es el peón, esa es su esencia.
Decía T. T. Liang que “Aunque no vemos poder alguno en un vaso de agua, cuando se convierte en vapor, es capaz de mover los pistones de máquinas muy poderosas” ¿Me creerías si te digo que somos como el agua? ¿Me creerías si te digo que somos como ese peón? ¿Ese que puede convertirse en dama?
La mayor parte de las personas ven en la imagen de arriba solamente dos elementos: el peón y la sombra de dama. Y esa es la razón de por qué muchos viven siempre como peones y mueren así. ¿Sabéis por qué? Porque nunca tuvieron una luz que les iluminara. La luz es el tercer elemento que hay presente en la imagen, un elemento que no se ve… precisamente porque es lo que permite ver. Es esa la luz imprescindible, la luz necesaria para proyectar la sombra, para proyectar nuestra capacidad, nuestra potencialidad, nuestro mayor exponente y nuestro gran talento y versión como personas. Esa luz puede venir de unos padres, de un profesor, de una pareja, de una amistad, de alguien que cree en ti y te dice: tú puedes. La mayor parte de las personas que no han tenido la suerte de ser alumbradas con esa luz, no han podido ver su sombra de dama, han perdido la ilusión, se han resignado, han aceptado con normalidad el transcurso y desarrollo de sus vidas.
¿Sabes que, si pudieras ir más allá de tus límites, de tus barreras, si pudieras levantar la mirada en el horizonte de la vida y mirar lejos, sabes que allí en el infinito hay una sombra de tu dama, de lo que puedes llegar a ser? ¿Sabes que las etiquetas, las convicciones, las ideas que tienes sobre ti pueden ser absolutamente limitantes? ¿Sabes que si no gritas desde el alma “sí puedo” no podrás romper las cadenas que te sujetan, simplemente porque no eres consciente de que tengas cadenas? No hemos sido educados para ver nuestra dama, ni mucho menos para serla. Repito. No hemos sido educados para ver nuestra dama. Hemos sido educados para ser el peón. Si sigues mi blog verás cuántas entradas hago a este respecto, con estudios, con demostraciones, de cómo crecemos anulados y contaminados, para ser una pieza social que encaje en la gran máquina de los Estados, los sistemas y las culturas.
Si nadie te alumbró con la luz del amor incondicional y nunca pudiste ver la dama que hay en ti, te digo ahora, a ti peón… Que no te conformes, que no aceptes ningún no cuando tu voz interna está diciendo sí, que no permitas irte de esta vida sin hacer verdaderamente lo que quieres, que confíes en ti aunque no lo hagan otros, que albergas capacidades que no conoces, que en una habitación sin luz no se ven los objetos pero no quiere decir que no existan, que te prometo que si agitas tu alma con fuerza verás que tienes alas, y que vuelas, que la energía del universo entero está en tus células, que el límite tal vez sí que existe pero en un lugar que todavía no conoces… que por mucho que te digan, tu intuición es tu verdadera guía y esa nunca te engañará porque marca en la brújula de tu vida el norte que necesitas. Debes saber ahora que eres una semilla tremendamente valiosa y que tal vez alguien simplemente no supo regar. Te prometo, y te lo digo no sólo con el corazón, sino con la mayor de las certezas, que tu sombra, querido peón, tu sombra es de dama.
Un artículo original de
Javier Lozano de Diego