918 palabras.
Escucho con frecuencia, desde toda la corriente psicológica de la autoayuda, la idea de que podemos crecer, cambiar y trascender nuestro pasado. Y sí, pienso que es así. Es más, no solo podemos cambiar, es que realmente siempre estamos cambiando. Haz una comprobación sencilla, mira una foto tuya de hace muchos años. ¿Eres la misma persona? Incluso a nivel exclusivamente biológico comprobarás como tus células también han cambiado. Se llama envejecimiento. Así que sí, todo cambia. Toda la energía interacciona y se mueve. Tal vez esto pudiéramos relacionarlo con lo que la física clásica llama entropía. Pero, aunque sabéis que la física me encanta, no voy a meterme ahí ahora.
Hoy vengo a hablaros de algo mucho más heavy.
Vengo a hablar del auténtico encuentro con uno mismo.
Dice el cantante de rap, Nach, en su canción Éxodo, que “solo eres tú cuando hablas contigo y dialogas a solas” y creo que es una afirmación que esconde gran sabiduría.
Yo os quiero hablar de cuando uno camina desnudo por los rincones más escondidos de su propia psicología y cuando uno bucea también desnudo en sus inmensos y activos océanos emocionales. Allí es donde se desata todo: la mayor calma y la mayor tempestad. Hablo de todos esos rincones íntimos donde a veces incluso a nosotros mismos nos cuesta llegar.
Las puertas hacia el interior siempre se abren hacia adentro, no podía ser de otra forma, y es allí donde ya no llega la influencia de la cultura, de la sociedad o de la historia. Es allí donde estamos nosotros.
Abro paréntesis.
Cabe mencionar que a veces observo casos de seres arrasados, donde la influencia y educación que han recibido les ha aniquilado su auténtico ser. Viven como cadáveres funcionando por ahí, los veo todos los días. Siempre guardo la esperanza de que quede algún reducto de ellos ahí dentro, pero no estoy seguro.
Cierro paréntesis.
Lo más importante y de lo quiero hablar en esta entrada es de lo que puede pasar cuando realmente uno se encuentra consigo mismo. Este es mi sentido y por lo que escribo todas estas palabras, que convergen en un único mensaje: no tengas miedo. Confía.
¿Por qué?
Porque lo primero que va a pasarnos es que vamos a morir para poder nacer. Supongo que ahora se entiende mejor el título de esta entrada.
Morimos gusano para nacer mariposa.
Y creo que no hay que andar con cuentos bonitos. Cuando uno se encuentra a sí mismo le pueden pasar todas o algunas de estas cosas:
Estremecerse y vivir su propio duelo, sentir que lo que a uno le identificaba ahora deja de identificarle. Puede aparecer desorientación y miedo. El suelo de la propia vida tiembla como si un terremoto estuviera arrasando con todo. Si el suelo se rompe, ¿dónde nos vamos a apoyar? Es como una caída al vacío. La crisis más profunda llega a uno mismo para aniquilar todo lo que uno ya no es y dejar espacio para que brote el propio Ser más auténtico y profundo que hay en nosotros.
Los soportes a los que nos agarrábamos y nos daban seguridad, se sueltan. Somos algo que una corriente engulle. No es bonito ni agradable, ni da placer. La emoción protagonista en las primeras fases de crecimiento profundo se llama: sufrimiento. Recuerda un poco al dolor de huesos en algunos niños cuando crecen.
Y este proceso no es automático: requiere de esfuerzo. Corremos el riesgo de querer abandonar y volver atrás, aunque generalmente esto es imposible. Cuando uno se da cuenta que llevaba una máscara, ya es irreversible querer conocer su verdadero rostro. Los únicos que no se la quitan son los que no se dan cuenta que la llevan. Son esos cadáveres de los que antes hablaba. Porque a todos, desde que nacemos, nos colocan una máscara: roles sociales, expectativas familiares, influencias culturales y sociales del momento histórico y del lugar geográfico en el que hemos nacido, y mil cosas más.
Pero después de todo, trascendemos.
Y del antiguo nosotros quedará sólo conciencia.
La que se convirtió en mariposa.
Este camino es íntimo y personal, nadie puede recorrerlo por nosotros, ni siquiera pueden acompañarnos. Hay caminos que sólo existen para ser pisados por nuestros pies y es necesario que sea así, sólo valen nuestras huellas para despertar.
Esta muerte, que sucede a veces de manera sincrónica con el renacer, se produce en un estado de crisálida, como si fuera algo quiescente, nos convertimos en seres que están “cerrados por reformas” y es ahí donde sucede esa metamorfosis interna.
Desde ese estado brotamos auténticos, originales y sin contaminación. Contactamos con la fuente innata de quienes somos y siempre hemos sido. Desplegamos las alas que por fin pueden elevarnos, porque ahora sí, somos mariposa. El gusano siempre fue en nosotros ese ser que se arrastraba. Ese ser necesitado de metamorfosis.
Pero ahora ya podemos volar a nuevos lugares, nuevos mundos y universos que estaban ahí inaccesibles para aquel gusano.
Ahora ya te reconoces, ahora eres verdad. Ahora sabes lo que es la felicidad.
Ya puedes VIVIR (con mayúsculas).
Ya estamos con capacidad para todo porque ya morimos una vez y podemos morir más veces. Nunca se sabe, quizás, detrás de la mariposa también haya algo esperando.
Para quienes me entienden, les mando mucho ánimo para seguir caminando. Que el miedo no detenga vuestros pasos. Yo también sigo dando los míos. La luz, el calor y la energía que brota desde el Ser es sencillamente increíble.
Os siento.
Javier Lozano de Diego.