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¿Acaban de evaluar a tu hijo y te han dicho que tienes altas capacidades? ¿Por dónde debes empezar?
Por el principio. Empieza por el principio.
En este caso debes empezar por no colocarle a tu hijo una etiqueta. Por supuesto, no me refiero a ningún papel adhesivo que vayas a colocarle en la frente que diga: “tengo altas capacidades”. Me refiero al concepto que tienes sobre tu hijo, tú y quienes le rodean. Tu hijo es el de siempre. Empieza por ahí.
Las altas capacidades están llenas de mitos, de interpretaciones incorrectas, principalmente porque la neurociencia sigue arrojando evidencia científica nueva y seguimos conociendo mejor, qué es eso de tener altas capacidades. Así que es normal, que en épocas de descubrimientos, hasta que se asientan, las confusiones sean frecuentes. El paradigma de lo que es la inteligencia está en plena revolución.
Lo siguiente que tienes que hacer es formarte. Y formarte con los buenos. Los buenos son los que beben de la ciencia. Olvídate de todos los demás, sobre todo de los que tienen intereses que no son los mismos que los tuyos. Estoy seguro de que sabes distinguir a un buen profesional.
A partir de ahora vas a remangarte la camisa y vas a ponerte manos a la obra, tienes una misión y es comprender mejor qué son las altas capacidades para poder comprender mejor a tu hijo/a. Si no sabes cuál es el botón que enciende la máquina, nunca podrás encenderla. ¿De acuerdo?
Las personas con altas capacidades no se ajustan a moldes. A tu hijo/a no tienen por qué gustarle las matemáticas, el ajedrez, coleccionar fósiles de dinosaurios, el sistema solar o la física cuántica. A tu hijo pueden gustarle solo algunas de esas cosas, o todas, o ninguna. Conoce a tu hijo desde la calma, el respeto y el afecto. Esforzarte en esta dirección nunca te decepcionará.
No obstante, una gran mayoría de personas con altas capacidades, comparten ciertas cosas en común, como por ejemplo, la profundidad de pensamiento, la elección de caminos novedosos para llegar a una conclusión o la interpretación desacostumbrada de las cosas. Esto suele ser común. Diviértete con sus observaciones y preguntas.
Seguramente, tras la evaluación, te han dicho un número. Como cuando el pediatra te decía lo que medía tu bebé. Me refiero al CI. Bien, olvida ese número. No aporta información relevante y no te servirá para casi nada, si te sirve será en todo caso para frustrarte con alguna administración pública. La administración se está poniendo poco a poco las pilas, pero les queda mucho por recorrer. Son grandes, andan lento. Fíjate qué curiosidad… Si vuelven a hacerle otra evaluación a tu hijo, saldrá otro CI distinto. Y si cambia de provincia también. Incluso puede ser considerado con altas capacidades en una provincia y si te mudas, puede dejar de ser considerado en otra. De locos. ¿Qué te quiero decir exactamente? Paradójicamente quiero decirte que el CI es un indicador importante, con base científica y que es muy válido pero que si quieres pintar algo de color azul no debes coger una pintura roja. Sólo eso.
La pintura que debes coger es esta otra.
Coge esta de aquí abajo.
Esfuérzate sobre todo en conocer mejor el perfil intelectual de tu hijo y su singularidad. ¿En qué áreas intelectuales destaca especialmente? ¿En cuáles no destaca tanto? ¿Predomina su pensamiento divergente? ¿Es muy creativo? ¿Qué hay de la parte emocional? Ocúpate siempre primero y con más intensidad de esta última. El CI no es un indicador predictivo del éxito y menos de la felicidad. La inteligencia emocional sí.
No aceptes ninguna evaluación que únicamente se base en un único número de CI. Una evaluación completa debe ser el resultado de la aplicación de varios y distintos test, además de entrevistas y otras pruebas. Ahí se pueden obtener percentiles en distintas pruebas, con correlaciones de CI para esas áreas. Esto es más útil que un CI global. Todo ello, interpretado siempre por un profesional especializado en altas capacidades que dibujará una configuración intelectual, la singularidad de la mente de tu hijo, única e irrepetible. A esa mente es a la que debes nutrir y educar. No a otra. Si no la conoces, no atinarás bien. Repito: no puedes encender la máquina si no sabes dónde está el botón. Y por cierto, no olvides una cosa, tú vives con tu hijo/a las 24 horas del día, eres su mejor evaluador. Tú sabes cosas de tu hijo que no se pueden captar en un papel, en un test, un día y una hora concreta.
Observa. Como si fueras un buzo que explora el fondo de los océanos, profundiza en el universo intelectual y emocional de tu hijo, sin expectativas, con la mirada limpia de quiénes sólo quieren descubrir, sin esperar. Desde ahí, podrás ayudar a tu hijo si un día se hace de noche y todo está oscuro. En la tempestad, tú serás su faro. Hasta que un día brille por sí mismo.
Mucha suerte en la aventura de ser guía de un niño/a genial, excepcional y único.
Un artículo original de Javier Lozano de Diego
Escrito con el corazón para ANAC (Asociación Navarra para las Altas Capacidades)