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Para poder conducir un Ferrari hace falta una licencia especial, o al menos, eso dicen. Esta afirmación es sólo una media verdad, el carnet de conducir habitual, tipo B, es el único requisito legal necesario. Sin embargo, sí que es cierto que Ferrari ha hecho campañas para que todos sus futuros conductores hicieran un curso especial de conducción. Conducir un Ferrari no es exactamente lo mismo que conducir un turismo medio de 100CV. En cualquier caso, media verdad o no, esta anécdota me resulta ideal para hablar en clave de metáfora sobre por qué los padres que tienen hijos con altas capacidades necesitan algo así como una licencia especial para educarlos, entiéndase la comparación.

 

Educar es una tarea compleja que requiere de mucha madurez personal y cierto grado de formación. Sin embargo, educar a un niño con altas capacidades requiere, además, de una formación muy concreta y de una preparación emocional específica, vamos… igual que la licencia de un Ferrari.

Responder a las constantes preguntas que hacen estos niños es un reto continuo. Entender sus preocupaciones y dimensionarlas a una estructura sana es un continuo desafío. Entender su mundo emocional es una aventura inigualable, pues ese mundo es con frecuencia profundo y misterioso, como un océano, donde en lo más hondo sólo existe la oscuridad porque no llega la luz. Esa luz tan importante que necesitamos los padres en determinados momentos.

 

Las capacidades intelectuales de estos niños y niñas les permiten rápidamente integrar, por ejemplo, el sentido de la justicia de una manera muy marcada. La frase de “no es justo” forma parte de su repertorio habitual de comentarios. Estos conflictos de justicia y muchos otros, provocan auténticas tormentas emocionales. ¿Frenamos, aceleramos o giramos? ¿Demasiada velocidad, demasiada potencia? En cualquier caso: demasiado. Y es cierto… no todas las personas con altas capacidades son iguales. Así que las etiquetas mejor las dejamos para la ropa porque con las personas no funcionan bien.

 

Si las cosas en casa no son siempre fáciles, en el colegio no es distinto. La escuela es un lugar donde este tipo de niños no siempre son bien entendidos. Para evitar el desastre de que un coche potente tenga frecuentes accidentes debe ir equipado con buenos frenos, pero estos niños no los traen de serie. Sus frenos son sus padres en los primeros años de vida.

 

Entran al colegio y muy pronto, en infantil o primeros cursos de primaria, empiezan las dificultades. Son coches potentes obligados a circular por carreteras secundarias. El accidente es muy probable. Sus aceleradores se pisan a fondo con sólo rozarse. “Es un niño que interrumpe mucho, disruptivo” dicen a veces los profesores… Dicen los expertos que estos niños suelen ser vulnerables pero mi pregunta es: ¿vulnerables como una flor o vulnerables como una bomba? Un toque de pedal en un coche con mucha potencia es salir disparado, perdiendo adherencia. Trompo seguro.

 

Y es que una de las batallas que sigue abierta frente al sistema educativo es hacer entender que estos niños necesitan educación específica, necesitan autopistas y circuitos especiales donde poder pisar a fondo y vibrar. Pero a veces el sistema sólo les ofrece carreteras normales, con velocidades limitadas. Imaginad qué frustrante es vivir en una sociedad en la que cuando pisas el acelerador te dice continuamente: prohibido pensar. Así que algunos abandonan el volante de pura resignación. Y se estrellan. ¿Disponen los colegios de la licencia especial de conducción de coches Ferrari?

 

Hay que decirlo firme y claro: hay muchos accidentes, hay también accidentes graves y los hay incluso mortales. Y todos estamos implicados. Niños especiales necesitan educación especial, en la escuela y en casa. La sociedad y los colegios están construidos para lo estándar, para la mayoría. Es normal, también en las carreteras abundan más los turismos estándar. Igual que la altura media de cualquier puerta doméstica no está pensada para quien mide más de 2 metros. No obstante, si de verdad queremos una escuela para todos, no sólo hay que ayudar y entender a los que tienen dificultades de aprendizaje porque su inteligencia no es tan alta como los demás, también necesitan educación específica aquellos que necesitan desafíos y estímulos intelectuales para no caer en la desidia.

 

Detrás de muchos accidentes, bajo el polvo de un coche abollado y roto en mil pedazos, detrás de ese niño con fracaso escolar, detrás de esa niña que de repente ya no saca las altas notas de antes, detrás del que está interrumpiendo en clase, detrás del que parece que tiene déficit de atención… detrás de todos ellos, a veces, se esconde un Ferrari. Ese 2% de la población superdotada y ese 10% de la población con altas capacidades, que fracasa anónimamente y sufre en la vida adulta porque pensó que no valía para nada, que era un motor deficiente, cuando en realidad uno de sus mayores problemas fue conducir por carreteras secundarias, con un motor ultra potente, sin que nadie le dijera que la curva más peligrosa estaba a la derecha, muy a la derecha, la que se ve más allá del percentil 98, donde uno siente la forma más intensa de la soledad, la de la incomprensión.

 

Seguiremos visibilizando las altas capacidades para integrar en la sociedad a todas aquellas personas que están fuera de ese extraño constructo llamado normalidad. Tenemos ilusión.

El hombre tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que lo sostiene” Blaise Pascal 1670

Javier Lozano de Diego

Un artículo escrito desde el corazón para ANAC

Asociación Navarra para las Altas Capacidades

www.anac-navarra.com